lunes, 9 de julio de 2012

Te maté pero no te maté.



Mientras Oscar terminaba de arreglar un articulo de su trabajo, su jefe, Armando, se le acercó y le dio una muy buena notica: “El comité y los dirigentes evaluamos tu trabajo y te hemos ascendido de puesto”. Oscar no podía de la felicidad, agradeció a su jefe y se dirigió por su celular para contarle a su esposa Diana; después de varias llamadas perdidas y ante la intranquilidad de Oscar, le pidió permiso a Armando para ir a su casa y ver que era lo que pasaba, se montó en su auto y tomó rumbo hacía su departamento.

Oscar entró a su casa y notó que había ropa de hombre y mujer regada por toda la sala, agarró un cuchillo de la cocina y se dirigió a su habitación silenciosamente, empujó la puerta y se encontró a su esposa boca arriba con un hombre el cual no conocía encima suyo mientras ambos gritaban y hacían gestos de placer. Todo se calmó por un momento, total silencio llenó el cuarto, el hombre se paró de inmediato e intranquilo buscaba su ropa mientras que Diana se tapaba con la sabana sin decir nada.

Oscar se llevó una gran desilusión, llegaba a casa para darle la buena noticia a su esposa y se encontraba con esto. Diana miraba de re ojo a Oscar sin decir ninguna palabra mientras su amante seguía intranquilo buscando con prisa y asustado su ropa, sus piernas temblaban de miedo, Oscar dio un paso al frente, caminó hasta un sillón que estaba cerca a la ventana y se recostó mientras los miraba.

-¡Páguele! –Dijo Oscar mientras sus lágrimas caían por sus pómulos. –Que le pague, por favor.

-¿Qué? –Dijo el amante sin encontrar lógica  pero estando dispuesto a hacer cualquier cosa para salir con vida de allí.

-Sí, que le pagué.

-Pero… ¿cuánto?... yo… yo no tengo tanta plata

-Páguele con la moneda de menos valor y luego se larga –lo miró a los ojos-sino, lo mató.

El amante buscó rápidamente entre los bolsillos de su pantalón y encontró una moneda de $100, miró la moneda, luego a Oscar y por ultimo a Diana, lanzó la moneda a la cama cerca de la mujer y salió entre puntas lo más rápido posible recogiendo sus cosas de la sala, abriendo la puerta suavemente para no quebrar el ambiente tan frágil que había.

Después de un rato de ambos estar en la misma posición, Diana empezó a moverse lentamente buscando su ropa e imaginándose que tendría que empacar todo e irse de la casa. Cuando se terminaba de vestir, Oscar se paró del sillón y se acercó a ella, alzó la mano como para darle una bofetada, ella cerró los ojos y apretó la cara; pero no, él bajo su mano, se inclinó sobre la cama y tomó la moneda de $100.

-Mi amor, deberías ducharte mientras te preparo algo de comer, te espero en la mesa. –Dijo Oscar acariciando su rostro.

Ella en silencio, obedeció. Al rato estaban comiendo y Oscar sonreía mientras ella no hablaba y comía lentamente. Luego, después de terminar, él cambió las sabanas de la habitación, echó ambientador y se sentó a leer.

-¡Mi amor, ven a dormir, ya casi acabo de leer y mañana entro más temprano por mi nuevo cargo!

Diana entró a la habitación, se puso la pijama y se acostó en la cama. Oscar cerró el libro, apagó la luz y se acostó a su lado besando su frente, le dijo te amo y se quedó mirando el techo, estiró la mano hacia el nochero y puso la moneda encima.

Oscar no la echó de la casa ni la trató mal, al contrario, le decía cosas bonitas.

-¿No vas a decir nada? –Dijo Diana murmurando.

-Te amo mucho, mi amor –Dijo Oscar dándole la espalda para agarrar de nuevo la moneda y lanzarla al aire.

Diana pensaba que lo único que quería era que su esposo la insultara o la golpeara para por fin ella quedar libre e irse de la casa, pero no, él lo único que hacía era atenderla, ser buen marido y lanzar la moneda al aire para recordarle todo lo que había pasado. Durante todos los días la mortificó, cada día más de seguido lanzaba la moneda al aire, ella sentía que seguía ahí en la habitación cubierta con la sabana mientras él la miraba fijamente.

Fue así cuando se sintió ahogada, sentía que no aguantaba más y tenía que liberarse ella misma. Se acostó en la cama y con el mismo cuchillo que había agarrado Oscar aquella tarde, empezó a hacerse crucesitas en cada parte de su cuerpo que había sido besado por su amante, cada vez se hacía más duro hasta clavarlo por completo de arriba hacia abajo.

Ese día Oscar llegaba de trabajar y entró a su casa, se dirigió a la habitación y vio a su mujer desangrada sobre la cama, inmediatamente lanzó la moneda al aire y no tuvo ojos para volverla a agarrar. Más tarde, los agentes de policía entraron a la casa por las quejas de los vecinos por un mal olor que rodeaba la casa, Oscar estaba al lado de la cama en el suelo chorreado en sangre con varias heridas. El policía llamó a su compañero y ambos observaron a la pareja muerta. Oscar había quedado con la mano derecha abierta como esperando agarrar algo.