Mientras Oscar terminaba de
arreglar un articulo de su trabajo, su jefe, Armando, se le acercó y le dio una
muy buena notica: “El comité y los dirigentes evaluamos tu trabajo y te hemos
ascendido de puesto”. Oscar no podía de la felicidad, agradeció a su jefe y se
dirigió por su celular para contarle a su esposa Diana; después de varias
llamadas perdidas y ante la intranquilidad de Oscar, le pidió permiso a Armando
para ir a su casa y ver que era lo que pasaba, se montó en su auto y tomó rumbo
hacía su departamento.
Oscar entró a su casa y notó
que había ropa de hombre y mujer regada por toda la sala, agarró un cuchillo de
la cocina y se dirigió a su habitación silenciosamente, empujó la puerta y se
encontró a su esposa boca arriba con un hombre el cual no conocía encima suyo
mientras ambos gritaban y hacían gestos de placer. Todo se calmó por un
momento, total silencio llenó el cuarto, el hombre se paró de inmediato e
intranquilo buscaba su ropa mientras que Diana se tapaba con la sabana sin
decir nada.
Oscar se llevó una gran
desilusión, llegaba a casa para darle la buena noticia a su esposa y se
encontraba con esto. Diana miraba de re ojo a Oscar sin decir ninguna palabra
mientras su amante seguía intranquilo buscando con prisa y asustado su ropa,
sus piernas temblaban de miedo, Oscar dio un paso al frente, caminó hasta un
sillón que estaba cerca a la ventana y se recostó mientras los miraba.
-¡Páguele! –Dijo Oscar
mientras sus lágrimas caían por sus pómulos. –Que le pague, por favor.
-¿Qué? –Dijo el amante sin
encontrar lógica pero estando dispuesto
a hacer cualquier cosa para salir con vida de allí.
-Sí, que le pagué.
-Pero… ¿cuánto?... yo… yo no
tengo tanta plata
-Páguele con la moneda de
menos valor y luego se larga –lo miró a los ojos-sino, lo mató.
El amante buscó rápidamente
entre los bolsillos de su pantalón y encontró una moneda de $100, miró la
moneda, luego a Oscar y por ultimo a Diana, lanzó la moneda a la cama cerca de
la mujer y salió entre puntas lo más rápido posible recogiendo sus cosas de la
sala, abriendo la puerta suavemente para no quebrar el ambiente tan frágil que
había.
Después de un rato de ambos
estar en la misma posición, Diana empezó a moverse lentamente buscando su ropa
e imaginándose que tendría que empacar todo e irse de la casa. Cuando se
terminaba de vestir, Oscar se paró del sillón y se acercó a ella, alzó la mano
como para darle una bofetada, ella cerró los ojos y apretó la cara; pero no, él
bajo su mano, se inclinó sobre la cama y tomó la moneda de $100.
-Mi amor, deberías ducharte
mientras te preparo algo de comer, te espero en la mesa. –Dijo Oscar
acariciando su rostro.
Ella en silencio, obedeció.
Al rato estaban comiendo y Oscar sonreía mientras ella no hablaba y comía
lentamente. Luego, después de terminar, él cambió las sabanas de la habitación,
echó ambientador y se sentó a leer.
-¡Mi amor, ven a dormir, ya
casi acabo de leer y mañana entro más temprano por mi nuevo cargo!
Diana entró a la habitación,
se puso la pijama y se acostó en la cama. Oscar cerró el libro, apagó la luz y
se acostó a su lado besando su frente, le dijo te amo y se quedó mirando el
techo, estiró la mano hacia el nochero y puso la moneda encima.
Oscar no la echó de la casa
ni la trató mal, al contrario, le decía cosas bonitas.
-¿No vas a decir nada? –Dijo
Diana murmurando.
-Te amo mucho, mi amor –Dijo
Oscar dándole la espalda para agarrar de nuevo la moneda y lanzarla al aire.
Diana pensaba que lo único
que quería era que su esposo la insultara o la golpeara para por fin ella quedar
libre e irse de la casa, pero no, él lo único que hacía era atenderla, ser buen
marido y lanzar la moneda al aire para recordarle todo lo que había pasado.
Durante todos los días la mortificó, cada día más de seguido lanzaba la moneda
al aire, ella sentía que seguía ahí en la habitación cubierta con la sabana
mientras él la miraba fijamente.
Fue así cuando se sintió
ahogada, sentía que no aguantaba más y tenía que liberarse ella misma. Se
acostó en la cama y con el mismo cuchillo que había agarrado Oscar aquella
tarde, empezó a hacerse crucesitas en cada parte de su cuerpo que había sido
besado por su amante, cada vez se hacía más duro hasta clavarlo por completo de
arriba hacia abajo.
Ese día Oscar llegaba de
trabajar y entró a su casa, se dirigió a la habitación y vio a su mujer
desangrada sobre la cama, inmediatamente lanzó la moneda al aire y no tuvo ojos
para volverla a agarrar. Más tarde, los agentes de policía entraron a la casa
por las quejas de los vecinos por un mal olor que rodeaba la casa, Oscar estaba
al lado de la cama en el suelo chorreado en sangre con varias heridas. El
policía llamó a su compañero y ambos observaron a la pareja muerta. Oscar había
quedado con la mano derecha abierta como esperando agarrar algo.